SÍNTESIS DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
GAUDETE ET EXSULTATE
DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
SOBRE EL LLAMADO A LA SANTIDAD
EN EL MUNDO ACTUAL
Elaborada por Pedro Ricardo Orozco Orozco, Pbro.
El pasado 19 de marzo del presente año, solemnidad de san José, el Papa Francisco regaló a toda la humanidad esta nueva Exhortación Apostólica que lleva por nombre Gaudete et Exsultate expresión latina que traduce «Alegraos y regocijaos» (Mt 5,12).
Este documento papal contiene 177 numerales estructurados en una introducción, cinco breves capítulos y una conclusión. Veamos ahora, a modo de síntesis, cada una de las partes.
La introducción (numerales 1 y 2) es un llamado, siempre actual, a vivir la santidad en el contexto de hoy a pesar de las dificultades, riesgos, desafíos y oportunidades que encontramos en el mundo presente. Ese llamado está fundamentado en el discurso de la montaña en donde Jesús propone un nuevo estilo de vida a la muchedumbre.
En el capítulo I titulado EL LLAMADO A LA SANTIDAD, comprende los numerales del 3 al 34, nos recuerda el santo padre que al contemplar esos hombres y mujeres que vivieron a plenitud el Evangelio, ellos nos alientan y acompañan y son referentes para nuestra vida de fe; del mismo modo, nos invita a ver la santidad en las personas cercanas porque ese llamado de Dios es para nosotros hoy, nos santificamos por medio de la oración y del servicio amoroso, es una transformación que debe llevarnos a amar más la vida y a ser mejores seres humanos (mejores personas). La santidad no nos despersonaliza.
Continuando con esta valiosa exhortación, llegamos al capítulo II que lleva por nombre DOS ENEMIGOS SUTILES DE LA SANTIDAD y que comprende los numerales del 35 al 62, quiere el Papa Francisco llamar la atención acerca de dos falsificaciones de la santidad que podrían desviarnos del camino: el gnosticismo y el pelagianismo. En los dos casos, ni Jesucristo ni los demás interesan verdaderamente, son desviaciones que nos alejan del auténtico llamado de Dios a empezar una nueva vida llena de su Gracia y de su misericordia.
Llegamos ahora al capítulo III que se titula A LA LUZ DEL MAESTRO, va de los números 63 al 109; en este bloque nos dice Francisco que nada es más iluminador que volver a las palabras de Jesús y recoger su modo de transmitir la verdad. Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23). Son como el carnet de identidad del cristiano. Así, si alguno de nosotros se plantea la pregunta: «¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?», la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas.
Continuando con esta breve síntesis, el capítulo IV llamado ALGUNAS NOTAS DE LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL (#s 110-157), muy a su estilo concreto y práctico, el Romano Pontífice nos recuerda algunas exigencias para vivir la santidad hoy: la capacidad de aguante, la paciencia y la mansedumbre; la alegría y el sentido del humor; l audacia y el fervor, el sentido de la vida en comunidad y la perseverancia en la oración; además nos manifiesta algunos riesgos y límites de la cultura de hoy: la ansiedad nerviosa y violenta que nos dispersa y nos debilita; la negatividad y la tristeza; la acedia cómoda, consumista y egoísta; el individualismo, y tantas formas de falsa espiritualidad sin encuentro con Dios que reinan en el mercado religioso actual.
Finalmente, encontramos el capítulo V intitulado COMBATE, VIGILANCIA Y DISCERNIMIENTO que lo podemos leer en los numerales 158 al 175; en este bloque o segmento el Papa nos recuerda que la vida cristiana es un combate permanente. Se requieren fuerza y valentía para resistir las tentaciones del diablo y anunciar el Evangelio. Esta lucha es muy bella, porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra vida. Para saber superar todo obstáculo en la vida de santidad, necesitamos el don del discernimiento que no supone solamente una buena capacidad de razonar o un sentido común, es también un don que hay que pedir. Si lo pedimos confiadamente al Espíritu Santo, y al mismo tiempo nos esforzamos por desarrollarlo con la oración, la reflexión, la lectura y el buen consejo, seguramente podremos crecer en esta capacidad espiritual.
Termina esta exhortación con una rica conclusión (# 176-177) en la que nos recuerda el sucesor de Pedro a la Santísima Virgen María como la mujer bienaventurada que vivió la santidad de su Hijo y con la firme esperanza que estas páginas sean útiles para que toda la Iglesia se dedique a promover el deseo de la santidad.
Espero esta síntesis, siempre limitada, sea motivación e impulso para acercarnos a leer y estudiar este valioso documento que será sin lugar a dudas un faro doctrinal y pastoral para todos los creyentes.