Como parte de la formación y vivencia espiritual que reciben los jóvenes del colegio diocesano Juan Pablo II, se celebró la Eucaristía de Apertura del nuevo año escolar, presidida por Monseñor Alberto Rolón, quien en el momento de la Homilía inició con la pregunta:

¿Para que son los mandamientos de la Ley de Dios? 

Respondía el obispo, para protegernos de todo mal y del peligro.

Amplió su respuesta a través de una sencilla historia: “Cuenta que una empresa buscaba un conductor y en la entrevista le preguntaban a los candidatos: ¿Cuánto te puedes acercar al abismo mientras manejas?

“El primero respondió ¼ de la llanta por fuera del abismo, el segundo ½ llanta por fuera del abismo, y conforme iban respondiendo la respuesta era más arriesgada, el tercero de ellos dijo, ¾ de la llanta, y llegados al último dijo: yo no lo haría, mas bien me alejaría del abismo. ¿Quién fue escogido?; éste ultimo, porque estaba preocupado por proteger su integridad y la seguridad de la carga.”

La ley nos pide “los mínimos” para no caer, la ley nos protege, en tres niveles fundamentales: Vida, Sociedad, a Si Mismo.

Al hacer un repaso, continuaba Monseñor, la ley y la normas están presentes en muchos estamentos de la sociedad: El colegio tiene reglamento, la sociedad un carta magna, el transporte el código de transito, entre otros.

Resaltaba, que el Hombre prudente no se pone en situación de riesgo o peligro, agregaba, si usted no cumple la ley, usted es injusto con los demás y muchas veces  se compromete la integridad de los semejantes, por ejemplo matar.

Tomando la Palabra del Día, decía, que los principios y normas nos hacen sabios, prudentes y justos.

Sin embargo, luego de todo lo dicho: Pregunta; haciendo un giro, y es… Qué nos pide Jesús?

Jesús nos pide más, nos pide lo máximo, Él nos pide obedecer el gran mandamiento, quien lo cumple, cumple la Ley y los Profetas y es AMAR.

¿Si yo amo tengo que cumplir la Ley?  Y pues, el amor supera la Ley, así no sepa la ley… si amo como me pide Jesús, ya estoy dando lo mejor, estoy superando la simple Ley.

Si se peca, se tiene el tribunal de la Misericordia que es la Confesión, y así se alcanza la paz, con Dios, con los demás y consigo mismo.

Si se ama a la manera de Jesús, sin duda, habrá paz, tranquilidad, de lo contrario solo reinará la violencia y el caos.