En la fiesta de San Juan María Vianney, que se conmemora hoy en la Iglesia, también se celebra el Día del Párroco en memoria de aquel que se dedicó con empeño a la conversión de su parroquia. No en vano el Papa Benedicto XVI, y con ocasión del 150 aniversario del “dies natalis” del Santo Cura de Ars, como era conocido el sacerdote francés, dedicó un Año Sacerdotal (2009-2010)en su memoria.
La figura del párroco tiene una gran relevancia para la Iglesia. Él -tal como se expone en el mismo Código de Derecho Canónico- es el pastor propio a quien el Obispo diocesano confía pastorear a la comunidad que le ha sido encomendada, viviendo el día a día con y para ella, enseñándole, rigiéndola y guiándola hacia la santidad.
Estas características de pastor de una comunidad las vivió fielmente San Juan María Vianney, siendo párroco de la pequeña población francesa de Ars, donde ganó popularidad, especialmente, como confesor, no solo dentro de su comunidad, sino también en toda Francia. Su ejemplo de vida como pastor pasó las fronteras, tanto así que el mismo Pio X lo propuso como modelo para los sacerdotes párrocos.
Santo Patrón de todos los Párrocos
Este ejemplo de vida, no sólo como pastor, sino como modelo a seguir en la santidad, también sirvió para que el mismo Pontífice dedicara un año especial a los sacerdotes meditando, precisamente en la figura del Santo Cura de Ars.
Benedicto XVI en la carta en la cual convocó al Año Sacerdotal justamente señaló: “He resuelto convocar oficialmente un Año Sacerdotal con ocasión del 150 aniversario del diez natalis de Juan María Vianney, el Santo Patrón de todos los párrocos del mundo, que comenzará el viernes 19 de junio de 2009, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús -jornada tradicionalmente dedicada a la oración por la santificación del clero-“.
En dicha carta, el Santo Padre, también resalta la figura de San Juan María Vianney como pastor: “El Cura de Ars era muy humilde, pero consiente de ser, como sacerdotes, un inmenso don para su gente: Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina.”
San Juan María Vianney, como continúa el Pontífice en su carta, “bien sabía que tendría que encarnar la presencia de Cristo dando testimonio de la ternura de la salvación (…) El Santo Cura de Ars se dedicó a la conversión de su parroquia con todas sus fuerzas, insistiendo por encima de todo en la formación cristiana del pueblo que le había sido confiado”.
Tomado de www.catholic.net