Este décimo quinto domingo del tiempo ordinario (15 de julio) nos recuerda Jesús que todos los cristianos somos misioneros y testigos del Evangelio en el mundo que nos toca vivir.
Es el mismo Dios quién nos elige, nos envía a este mundo y nos acompaña en nuestra acción misionera. No necesitamos ir lejos, ahí donde vivimos y laboramos debemos ser testigos valientes del amor de Dios.
Vuelvo a retomar el título de esta reflexión, somos misioneros de Dios y debemos anunciar de palabras y con nuestro ejemplo de vida, tres grandes cosas:
1. Dios es nuestro Padre, nos ama, nos guía, nos bendice, nos muestra su poder y su bondad; es misericordioso, justo, fiel y lleno de paz.
2. Somos sus hijos y nos brinda confianza para buscarlo y encontrar en Él mucho más de lo que necesitamos. Como hijos de Dios debemos sentirnos protegidos, confiados y seguros, no nos va a defraudar.
3. Somos hermanos y debemos ayudarnos, trabajar en equipo, tolerarnos, servirles con amor y alegría, hacerles el bien, valorarlos, ponernos en su situación, animarlos y ver en los demás sus bondades por encima de sus limitaciones.
Que este domingo revisemos si estamos cumpliendo este encargo, es algo indelegable, impostergable: nuestra vida tiene sentido si aceptamos esta invitación, comuniquemos a los demás con nuestro ejemplo y de palabras la grandeza del amor de Dios, esa es nuestra misión, no lo olvidemos.
Feliz semana para todos.
Con aprecio.