• on 20 junio, 2017

La Vida Sacerdotal… Un Llamado a la Santidad

En el segundo día de Semana Pastoral (Visita) el obispo Diocesano, ha dedicado toda la mañana para reunirse con los sacerdotes integrantes de la Vicaría,  este encuentro tuvo lugar en la Parroquia San Pedro Claver, que está a cargo de los sacerdotes del Verbo Divino, cuyo párroco es el religioso Pbro. Juan José Ortigoza.

En un momento de la oración Mons. Alberto Rolón, llamaba a la santidad de vida y lo hacía desde el texto de Mt, 5,48: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es Perfecto” …Ahora, ¿cómo llegar a esa cúspide? Pues, mirando a Cristo, el Hombre perfecto.

La exigencia del Señor es grande y va mas allá de las tendencias humanas, pues pide amar a los enemigos; Cristo Crucificado, no usó la violencia, por el contrario perdonó.

Si se vuelve la mirada al crucificado puede hallarse realmente nuestro modelo, de modo que podamos crucificar nuestros impulsos y pensamientos terrenales o sed de venganza.

Mirar a Cristo en la cruz, es  la invitación para aproximarnos a lo que el Señor nos pide.

La responsabilidad del sacerdote debe apoyarse en la gracia de Dios, en ella se encuentra la fortaleza necesaria para llevar a cabo el Plan de Salvación trazado por Dios, cumpliendo esto, puede ser testimonio con su propio ministerio y comunidad.

En todo momento el sacerdote, debe tener claro que es sólo cooperador de la Gracia de Dios, no es de ninguna manera propietario, de ahí la necesidad de pedir fidelidad y perseverancia.

Junto a esto, su vocación propia debe ser el servicio desinteresado, de modo que los otros puedan ver con claridad a Cristo,  su ocupación debe ser por los bienes eternos y nunca por los meramente terrenales.

El ministro ordenado es depositario de la gracia de Dios, por eso, no debe echar esa gracia en saco roto como dirá el Apóstol Pablo.

El sacerdote, por lo tanto, no se pertenece a sí mismo, se debe a Cristo y a la Iglesia, no es una representación de sí mismo, sino de Cristo.

Esta identidad no se queda o se acaba cuando no lleva los ornamentos o tiene su fin fuera de la celebración de los sacramentos o de los actos propios sacerdotales, no vale por tanto decir, que se es ministro durante el uso de las vestiduras sacerdotales, porque esta identidad es ontológica, trasciende el propio yo.

Se pasa del anonimato a una identidad que se debe a la Iglesia, la cual debe ser cuidada celosamente, por ende, cuando el ministro actúa, no lo hace en nombre propio sino de toda la Iglesia, por eso son tan graves los escándalos porque desdicen de la identidad personal y eclesial, nunca un sacerdote debe poner en ridículo la gracia que ha recibido.

Ciertamente se pueden atravesar serias dificultades en el ejercicio del ministerio, sin embargo, todas ellas vividas, abrazando la Cruz, sirven a la edificación de la Iglesia y redundan en beneficio propio.

Al ser un don el ministerio no puede vivirse en la ingratitud, incluso con las personas que ayudaron en los primeros pasos del ejercicio ministerial o en los albores del proceso vocacional.

El amor a sus fieles debe ser libre y sincero.

No se predica a sí mismo sino a Cristo y a sus obras, de ahí, la distancia frente a cualquier narcisismo, él (presbítero) construye para la Iglesia, para sus hermanos.

Terminaba el obispo con la índole misionera del ministerio ordenado, diciendo:“Cuando se quiere servir a Dios, la distancia no es impedimento para Misión”.

Después de esta meditación tuvo  lugar la animación por parte del Pbro. Alfredo Ramos, Vicario Pastoral, acerca de los talleres pro visita del Sumo Pontífice y se llegó al compromiso de una estrategia de propagación y realización de los mismos en los distintos escenarios y con los distintos agentes  con los que cuentan las parroquias de esta vicaría.

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